de 1741 (sei
is de oro. El cabello largo le cae hasta más debajo de los hombros. Sigue recostado y sin ninguna preocupación, al contrario, parec
dónde
y rasposa. Se mira las uñas y se saca alg
decir que s
o se me
tanto la vida. ¿Qué le cuesta decir las cosas claras? Hoy no está de humor. Desenfunda su espada y
olo le contarás historias a lo
entando negociar—. Si me das algo de doblo
e quiero saber. —Catherine apoya más el filo de su espada contra la pi
s manos en alto—. Se fueron hacia el
n? ¿A qué hor
las cuatro de la madrugad
arece raro que sean tan pocos hombres par
lo juro que
a. El tipo tose y se lleva una mano a la zona que le acaban de cortar. Se mira losbarco; a lo mucho estaba a cincuenta y dos millas náuticas de distancia. El contramaestre
por favor dé
oficial como capitana. No le sorprendería que hicieran un motín para deshace
nombres de cada uno de sus marinos c
a. ¿Sabe hacia dónde se fueron? —interviene Berry, el oficial de
ia e
án en una de ellas. No creo que se hayan
tanto ama mi padre. —Catherine empuña las manos de la ira. Se siente tan humillada qu
usted. La apoyaremos en
pacífico si intenta hacerlo por su cuenta. Resopla
cia dónde podr
apel marrón claro de un lado a otro. Heinrik y Cooke sostienen los bordes para poder apreciar bien el mapa. En él se extiende toda Regor
mejor lugar para ocultarse. Además, están protegidos por el archipiél
la y trata de aho
arco, juro que los mataré a to
iene razón. Catherine comienza a pensar qué es lo que podría hacer. Hay muchos barcos en
nes
da a Portgas Mohun
n embargo, el costo de pedirle ayuda podría ser mucho mayo
nun
co que podría alcan
o piensa rebajarse a pedi
ás y bajan la cabeza. Molestar a su
ella y la aleja un p
r el barco, tendrá que hacer un esfuerz
rik. Es lo que me va a pedir, además va a tomarm
acer que te respeten
empo en la mano. Se da cuenta y se lo arranca para colocarlo sobre su cabeza. El cabello rojizo le revolotea de un lado a otro y golp
cidad—. Iremos con Portgas. Heinrik —se voltea hacia el hombre rubi
i cap
dos, acom
ude mientras deja caminar a los dos hombres delante de ella. La sola idea
sido los dos piratas más sanguinarios de los mares del norte, y su hijo no se le quedaba atrás. Sin embargo, Portgas y Catherine no quedaron en buenos términos cuando él le confesó su amor y ella lo rec
aprovecharía esta oportunida
ta un asentadero. El lugar está repleto de casas de piedra bien
as impiden el pa
ca ellos y se les
n que Catherine R
torales y su piel quemada por el sol brillan debido al sudor que le recorre el cuerpo. No hay duda de que es muy atractivo. La
ural al otro sujeto que está a su lado. A
se miran fijamente, casi retándose, h
rdena que la
odría ganarle, pero no necesita la fuerza bruta que él podría tener para vencerlo. Para eso tiene su astucia y su agilidad
lugar, Portgas está sentado como si fuese un rey en un gran trono rodeado de joyas y cof
a por estos lares, la “reina” —dice ha
a tener que rebajarse a pedirle ayuda. S
debo tu
ay demasiados piratas ahí que podrían regar la desh
s hablar
m…
. —Se da la vuelta para retirarse,
achos, retíren
de inmediato. Catherine se da la vuelta, aú
sí, dime ¿por
sta a irse. Portgas se levanta y l
los ojos. Catherine lo observa de igual manera. Igual que el guardia de afuera, Portgas no lleva camisa, así que su pecho marcado y lleno d
to. Catherine reanuda su marcha y sale del lugar. Sus dos hombres la esperan afue
confusión a la chica. Hace un amago de d
No. Ella es la reina del mar, tal y como dijo. Si acepta la ayuda de Portgas, es solo cuestión de
¿qué pasó? ¿Le
otegidos por el archipiélago de las fauces del kraken? Pues lo
Berry, sin embargo, ella volt
r a todos que yo so