Al oír las voces afuera, Richard gritó desde su habitación: "¡¿Es Eliam?!".
"Sí, abuelo. ¿Estás ya en la cama?", preguntó amablemente su nieto.
"Todavía no. Entra".
Eliam empujó la puerta y entró con Rhonda.
Richard se sentó con entusiasmo en el sofá y le sonrió a la pareja, que entraron de la mano.
Encontrar una esposa para Eliam de esta manera fue su último recurso. A Richard le habían diagnosticado un cáncer terminal de riñón y solo le quedaban seis meses de vida. Tenía los días contados.
Este era su último deseo. Antes de morir, esperaba que su nieto se casara y tuviera hijos.
Al principio, le preocupaba que la chica que había elegido precipitadamente no fuera digna de su nieto, pero ver a Rhonda en persona disipó todas sus dudas y preocupaciones. Era más hermosa que la de la foto. Se la veía amable y accesible. Eliam y Rhonda parecían la pareja perfecta.
El anciano no pudo evitar recordar a la exnovia del muchacho, Diana Leslie, y no pudo evitar preocuparse.
Por lo que sabía de su nieto, a este no le gustaría una chica tranquila y recatada como Rhonda.
Eliam era un tipo maduro e introvertido, y prefería a las chicas vivaces y extrovertidas como Diana, que podían añadir diversión y alegría a su vida, que de otro modo sería monótona y ajetreada.
Richard creía que Eliam había aceptado casarse con Rhonda, que era totalmente diferente a Diana, porque había perdido la fe en el amor.
Le preocupaba que su nieto se hubiera convertido en un cínico.
"Así que tú eres Rhonda". El mayor saludó con un gesto de mano.
La muchacha se acercó y sonrió con cortesía. "Hola, abuelo".
Richard sacó un cheque de quinientos mil dólares y se lo entregó a la muchacha. "Esto es para ti. Espero que los dos se respeten y se amen toda la vida. Les deseo un matrimonio cordial y feliz".
Rhonda se mordió el labio inferior con remordimiento mientras aceptaba el cheque.
"Gracias, abuelo", dijo Eliam con rotundidad.
Las mejillas de la chica se encendieron de vergüenza. "Eliam y yo siempre estaremos el uno para el otro. No se preocupe".
Richard asintió satisfecho y volvió a mirar a su nieto, quien enseguida entendió que el anciano quería que él también se lo prometiera.
No obstante, no dijo nada.
Rhonda lo observó y notó cómo apretaba y aflojaba la mandíbula. La lucha era evidente en su rostro.
Después de un largo rato, Eliam dijo por fin: "No te preocupes, abuelo. Yo me haré responsable de la señorita Horton".
Sonaba renuente, y Rhonda se dio cuenta de que se vio obligado a hacer la promesa.
Pero, a pesar de su tono, Richard se sintió aliviado al oír la firmeza de su nieto.
Luego, Eliam llevó a Rhonda a su dormitorio.
La habitación parecía sencilla pero espaciosa, e incluso había un vestidor en un rincón. En el centro de la habitación se encontraba una enorme cama de madera.
Las colchas parecían nuevas, y lo eran, tanto que conservaban la etiqueta.
A ella le gustaba comprar accesorios para el hogar y muebles. Al ver la etiqueta, se dio cuenta de que era cara. Debió costar miles de dólares, lo que la hizo preguntarse si Eliam llevaba una vida extravagante.
Mientras estaba sumida en sus pensamientos, Eliam le entregó un acuerdo prenupcial.
Rhonda se quedó estupefacta. Tomó el documento y miró extrañada al otro, pues no sabía a qué venía esto.
Eliam le pidió a Rhonda que se sentara en la cama y señaló las cláusulas importantes del acuerdo.
"Mi abuelo te entregó hoy un cheque de quinientos mil. Además, te prestaré quinientos mil y te los transferiré a tu cuenta antes de este fin de semana.
Tengo algo importante que decirte. A mi abuelo le han diagnosticado cáncer, y solo le quedan seis meses de vida. Quiero que sea feliz durante este período, así que debes ayudarme".
Rhonda leyó la cláusula que señalaba Eliam. "Durante el período de matrimonio, no hay obligación de mantener relaciones sexuales. Ambas partes están obligadas a actuar como una pareja de enamorados, y a mostrar un contacto físico íntimo en público".
"Y esta". Eliam señaló la última cláusula y dijo: "Ambas partes acuerdan divorciarse en seis meses. Los quinientos mil dólares se consideran una indemnización para la parte B".
El acuerdo daba a entender que Eliam le pagaba por actuar como su esposa durante seis meses, lo que la sorprendió, porque quería decir que podría recuperar su libertad luego de ese tiempo.
Eliam frunció el cejo al ver la alegría no disimulada en el rostro ajeno, por lo que añadió una cláusula complementaria. "Antes del procedimiento de divorcio, la Parte B debe devolver la totalidad de los quinientos mil que debe a la Parte A. De lo contrario, el matrimonio seguirá siendo válido hasta que se salde la deuda".
A Rhonda le hizo gracia, y se preguntó si él temía que ella no le devolviera el dinero.
Parecía un hombre muy estricto, por lo que no le extrañó que fuese un programador.
"Revisa bien el acuerdo. Si no tienes ninguna objeción, fírmalo". Le entregó un bolígrafo.
Rhonda hojeó el contrato. Él ya le había señalado los puntos clave. Lo esencial de las cláusulas restantes establecía que la pareja no tenía que unir sus propiedades después del matrimonio.
Ella pensó que compartirían los gastos del hogar, pero, para su sorpresa, el documento establecía que la Parte A correría con todos los gastos, y que a la Parte B no le requería ninguna contribución financiera.
Firmó entonces sin vacilar.
Tras esto, el chico resopló aliviado y tomó el contrato.
En ese momento, Maggie entró. Trajo la maleta de Rhonda y le dijo a Eliam que Richard se había lesionado la cintura al levantarse del sofá.
Eliam y Rhonda corrieron a la habitación del mayor, que estaba apoyado contra el sofá en una posición incómoda.
"Abuelo, ¿estás bien? Voy a llevarte al hospital ahora mismo", dijo Eliam con ansiedad.
"¡Espera un momento!". Rhonda se adelantó y presionó con suavidad varios puntos de acupresión en la cintura de Richard.
Una vez segura de que solo era un esguince leve, dijo: "Es tarde, no te molestes en llevarlo al hospital. Le daré un masaje al abuelo y le aplicaré una crema en la cintura. Estará bien por la mañana".
El chico la miró escéptico.
Ante la insistencia de Richard, Rhonda tomó el aceite medicinal y comenzó a masajearle la cintura.
Poco a poco, el dolor del varón fue disminuyendo y pudo mover la cadera.
Viendo esto, Eliam respiró aliviado.
Cuando Rhonda terminó el masaje, Richard pudo ponerse de pie y volver a caminar, y no pudo dejar de elogiar las excelentes habilidades de la muchacha con una expresión de resplandeciente alegría. Sentía que había encontrado un tesoro.
"Rhonda, ten pronto un hijo con Eliam. Cuando quedes embarazada, te regalaré esta casa. ¿Qué te parece?".
Eliam empezó a toser con fuerza al oír aquello. "Abuelo, ya hablaremos de eso otro día. Deberías acostarte temprano", dijo.
El valor de mercado de esta casa era de más de mil millones de dólares. Cualquiera estaría tentado por la oferta, lo que estresó al chico.
Teniendo en cuenta que se iban a divorciar en seis meses, Rhonda no quería dar a luz a un niño solo por una casa.
Los dos regresaron de nuevo a su habitación. Eliam sacó una tarjeta bancaria de su bolsillo y se la entregó a su ahora esposa.
"A esta tarjeta llega mi sueldo, por lo que quiero que la tengas. Puedes pagar todos los gastos de la casa, incluido el salario de Maggie. Le pagamos nueve mil dólares por mes".
"¡Vaya! ¡El sueldo de tu sirvienta es alto!", dijo ella mientras agarraba la tarjeta.
"Bueno, mi tía nos la presentó. Es fiable y capaz".
"¿Quiere decir que yo puedo tomar las decisiones de todo en nuestra familia a partir de ahora?".
"Claro, pero si es algo importante, tienes que hablarlo conmigo primero".
"De acuerdo. ¿Qué tipo de cosas consideras importantes? ¿Puedes darme un ejemplo?".
Él se quedó en silencio, pues nunca había pensado en eso antes.
"¿Qué te parece contratar a un sirviente con una paga menor? ¿Eso es importante?". Rhonda pensaba que pagar nueve mil dólares a un sirviente era caro.
"No, no lo es. ¿Pero nueve mil dólares es un sueldo alto?".
"Es un tercio de tu salario, ¿no te parece alto?". Rhonda miró a Eliam con sorpresa. Le pareció que los dos tenían perspectivas por completo diferentes.
Él frunció el cejo. Quería decir que cada una de sus camisas costaba más de nueve mil, pero…
"Si piensas que es demasiado alto, haz lo que te parezca correcto". Con eso, el chico tomó su pijama y se dirigió al baño.