Las lágrimas rodaban por las mejillas de Rhonda.
Se acercó rápido a Eliam y lo abrazó con fuerza.
Quería consolarlo y, de alguna manera, hacer que se sintiera mejor.
Con ese abrazo, Rhonda quería que pudieran curar sus almas heridas.
De cierto modo se sentía celosa de Eliam, porque él había podido disfrutar del amor y el cuidado de sus padres, aunque por un breve período. En cambio, Rhonda ni siquiera sabía quiénes eran sus padres.
Cuando era más joven, siempre temía las festividades porque no tenía nadie con quien compartirlas. Otros niños estaban con sus padres, recibían ropa y juguetes nuevos y celebraban sus cumpleaños, mientras que Rhonda solo se quedaba en casa a ayudar a su abuela con las tareas del hogar.
Lamentaba no haber comido nunca su propio pastel de cumpleaños y anhelaba una infancia normal. Cada vez que pasaba por las panaderías y veía a los padres eligiendo un pastel de cumpleaños, deseaba ser su hija.