"¡Evie, no te pases!", gritó Henson con los dientes apretados.
Henson era el heredero de la familia Cairon. Nadie se había atrevido a provocarlo como Evie.
Su coche estaba destrozado y tenía una herida en la pierna.
Sin embargo, todavía no habían tenido la oportunidad de conversar sobre la cooperación.
"¡Seguridad, acompáñalo afuera!", ordenó Evie con frialdad.
Parecía una reina de hielo, con su figura alta y rasgos afilados.
El guardia de seguridad buscó una silla de ruedas, arrastró a Henson hacia ella y lo empujó fuera de Finca Willard.
"¡Puedo caminar solo!", Henson gritó de dolor e indignación mientras era escoltado al exterior.
Acababa de recibir la peor humillación. Sin mencionar que la gente lo miraba tratando de esconder la risa.
El heredero de Grupo Sen Tale había sido intimidado.
¡Qué patético!
Trevor deseaba poder ser tan dominante como su hermana algún día.
En ese momento, Evie se volvió hacia él. "Trevor, ¿estás bien?", preguntó.
Su actitud cambió por completo cuando le habló. Su voz era amable y afectuosa, a diferencia de su carácter habitual, frío e implacable.
El personal que estaba cerca estaba asombrado por este cambio. Era la primera vez que veían a Evie con una actitud amable.
"Estoy bien".
Trevor asintió: "Perdón por las molestias, hermana".
"Está bien, pero papá debería haberte dicho que no solo te dejará Finca Willard, sino también todas las tiendas de esta calle comercial. Todo lo que ves aquí es propiedad de nuestra familia".
Evie agitó la mano con una sonrisa y su secretaria se acercó de inmediato.
"Reúne a todo el personal para mí", ordenó.
La secretaria asintió.
Cinco minutos después, más de mil empleados se reunieron en el vasto campo de golf de la finca.
Todos estaban vestidos con uniformes negros idénticos, lo que hacía parecer que el campo era negro en vez del habitual verde.
Estaban todos alineados y en silencio, esperando las palabras de Evie.
La joven se paró frente a la multitud con Trevor a su lado y anunció: "Escuchen todos. ¡De ahora en adelante, mi hermano, Trevor Sanderson, será el dueño de Finca Willard!".
Todos, incluidos los guardias de seguridad y los gerentes, se inclinaron respetuosamente al escuchar el anuncio de Evie.
Las chicas bonitas se emocionaron. Querían casarse con un rico.
Y ¡este joven frente a ellas es un verdadero hombre rico y multimillonario! Eran como una oveja que se encontraba con un grupo de lobos hambrientos.
"¡Bienvenido, señor Sanderson!", gritaron todos al unísono.
El saludo fue unánime, alto y claro y resonó por todo el campo de golf.
Trevor se quedó aturdido en el lugar, sin saber muy bien qué hacer.
'¿Es esto lo que se siente ser el jefe? Todo el mundo te respeta', pensó, asombrado.
En el medio de la multitud, el rostro de la recepcionista que acababa de humillarlo se puso pálido.
"Trevor, un empleado me informó que la recepcionista en el vestíbulo te faltó el respeto", dijo Evie.
Todos contuvieron la respiración y miraron al joven, preguntándose qué haría a continuación. En los ojos de todos brillaba el respeto, pero también el miedo. Ahora que Trevor se convirtió en el nuevo jefe, ¿quién sabía si no cambiaría a todos los empleados?
El salario que recibían los trabajadores de Finca Willard no solo era competitivo, sino que además venía con beneficios.
Mucha gente se moría de ganas de trabajar ahí.
Trevor reflexionó sobre cómo debería manejar este problema. No sabía qué hacer.
Trevor estaba ansioso, porque todos los ojos estaban puestos en él.
Movía las manos nervioso y ni siquiera sabía dónde colocarlas.
Mientras tanto, la recepcionista temblaba como una hoja. De repente, corrió hacia donde estaba Trevor y se paró con timidez delante de él. Bajó la cabeza y se mordió el labio inferior avergonzada.
Para sorpresa de todos, se inclinó hacia adelante hasta dejar casi totalmente expuestos sus pechos mientras miraba a Trevor con rostro arrepentido.
El miedo estaba escrito en todo su rostro, lo que hizo que todos se compadecieran de ella.
Trevor se sonrojó. Nunca en su vida se le había acercado tanto una chica.
Pero entonces, recordó la actitud despectiva de la recepcionista y la miró con desdén.
Finca Willard era su propiedad. Si los empleados, incluso uno de ellos, faltaran al respeto a un invitado en el futuro, la reputación de la finca se vería afectada.
Después de pensar en esto, Trevor se aclaró la garganta y dijo con voz grave: "Quiero preguntarte algo. ¿Es así como tratas a los invitados?".