"Lo siento mucho, señor Sanderson, no debí haberle menospreciado", le dijo la recepcionista mientras se mordía el labio.
"No lo reconocí, realmente lo siento".
Levantó la mano para darse una bofetada, enseguida el sonido resonó por todo el lugar, y entonces comenzó a hacerlo repetidamente.
Trevor abrió los ojos sorprendido. No podía entender lo que estaba pasando.
Un rastro de sangre se deslizó por la comisura de la boca de la recepcionista y su rostro comenzó a hincharse, pero aun así no paraba.
Trevor no tenía la intención de que ella se lastimara, así que exclamó: "¡Hey, detente! Solo no vuelvas a hacer eso, ¿de acuerdo?".
La recepcionista comprendió asintiendo, y sus ojos se iluminaron levemente.
Luego, respondió torpemente: "Señor Sanderson… muchas gracias, ¡no volverá a pasar!".
Ciertamente se sentía agradecida de que Trevor la perdonara incluso después de eso, y Evie asintió sutilmente con satisfacción.
Se sentía contenta por la forma en la que Trevor manejó el asunto, pues si él no hubiese reprendido a la recepcionista por sus acciones, ella misma lo habría hecho por él.
Trevor tenía que aprender a defender su autoridad con sus subordinados, especialmente porque él era el jefe.
Así, cuando llegó la hora del almuerzo, los dos hermanos salieron.
Decidieron viajar en yate, pues planeaban ir a la isla en el lago de Finca Willard.
Los ojos de Trevor se iluminaron, maravillados al ver cómo dos peces grandes saltaban en el agua y seguían al yate.
En ese momento, Evie también le contó sobre los edificios de la finca. Le explicó que había muchos tiburones en el acuario, así como leopardos en el zoológico e incluso un grupo de osos polares. Los ojos de Trevor se abrieron con conmoción al escuchar eso.
Media hora después llegaron a la isla, haciendo una parada en un restaurante francés.
Los chefs tenían al menos tres estrellas Michelin, por lo que sus habilidades culinarias estaban a la par de los más prestigiosos, y naturalmente, los ingredientes que usaban para sus platos eran frescos, especialmente la carne. A menudo usaban la parte más tierna de los cortes Charolais, que provenían de Francia.
"Trevor, este es el mejor restaurante de Finca Willard, no cualquiera puede venir, pues la gran mayoría no se puede permitir contar con una tarjeta VIP diamante", explicó Evie con una sonrisa. "Tan solo este restaurante puede generar al menos diez millones de dólares mensuales".
Luego de eso, pasó a presentar las tarjetas de membresía de Finca Willard, dichas tarjetas se dividían en cuatro clases: plata, oro, diamante y supremo.
Las personas que podían gastar más de cinco millones de dólares al año eran elegibles para solicitar una tarjeta plateada, considerada la más básica. Entonces, en términos generales, las personas que acudían allí tenían que gastar millones de dólares tan solo para calificar.
Y en cuanto a las tarjetas de oro y diamante, solo las personas que tenían un patrimonio de más de mil millones de dólares podían conseguirlas.
A Trevor se le cortó la respiración mientras escuchaba a Evie divagar una y otra vez sobre las prestigiosas membresías, no sentía que ese fuera su estilo.
No podía entender cómo alguien podía gastar cinco millones de dólares solo en comida cada año. ¿De verdad así vivía la gente rica?
En ese momento, tampoco podía creer que una propiedad así de lujosa estuviera a punto de ser suya.
Incluso se sintió mareado al pensar en los ingresos mensuales del restaurante, especialmente porque este podía generar decenas de millones de dólares cada mes.
No obstante, Evie le sonrió a su hermano mientras lo miraba, pues no despreciaba a Trevor en absoluto. De hecho, todo lo contrario, le gustaba su comportamiento y su personalidad.
Así, diez minutos después, sirvieron platos franceses uno tras otro y cada plato se veía incomparablemente exquisito.
Uno de los que llamó la atención de Trevor era el famoso corte de carne Charolais.
El chef había rallado la zanahoria en rosas diminutas, presentándolas como decoración encima de un pequeño trozo de carne que reposaba en el medio del plato.
Trevor pareció confundido por unos momentos, entonces miró a Evie y preguntó: "Evie, ¿no te parece esto un poco exagerado? El plato es muy grande, pero solo me sirvieron un pequeño trozo de carne, ¿cómo esperan que me llene con esto?".
Evie negó con la cabeza. "Eso no es lo importante. Hay más platos por venir". Así, los hermanos comenzaron a disfrutar de su comida.
Luego de que el chico se lo terminara, uno de los camareros le sirvió otro. El plato era grande, pero la porción de comida era la misma que antes.
Comió más de diez esos antes de aclararse la garganta. Miró a Evie a los ojos y le preguntó: "Evie, ¿tienen hamburguesa en este restaurante? Así quizás pueda llenarme".