Entonces, Bernard le dijo a Trevor: "Este es Grant, hijo del dueño del hotel Ensfield de esta ciudad.
Si no fuera por él, no te permitirían entrar al club".
Grant miró a Trevor de arriba abajo y preguntó: "¿Y este quién es?".
"Trevor Sanderson, el pobre tipo que encontró a su novia besándose con Dennis".
"Ah, ¿eras tú? He oído hablar mucho de ti, hombre", se burló Grant y luego se echó a reír.
"¿Qué significa eso?", preguntó Trevor, con los puños apretados. Estaba un poco cansado de tolerar los insultos disimulados del grupo.
Grant estaba a punto de burlarse un poco más, pero Bessie lo detuvo.
"Ya es suficiente. ¿Van a seguir atacándose con indirectas en mi cumpleaños?".
"Tiene razón, señorita Taylor. Hoy es su día, me disculpo. Entremos de una vez y juguemos al tenis".
Grant le lanzó una mirada condescendiente a Trevor y luego condujo a todos al exclusivo club de tenis.
Trevor también decidió contener su enojo. No quería avergonzar a Bessie en su día, pero no se olvidaría de cómo lo había tratado Grant.
Por fin entraron al club de tenis. La decoración del lugar era muy lujosa y todas las personas allí estaban bien vestidas. Era un lugar donde los ricos iban a hacer ejercicio y a pasar el rato con gente de su mismo nivel.
Corrie parecía muy impresionada por el ambiente y comentó: "Escuché que el Kisas Tennis Club es un club privado para los más ricos. Todo aquí es muy costoso y solo se permite el ingreso a quienes tienen una tarjeta de membresía".
"No es tan caro. Alquilé para hoy dos canchas de tenis al aire libre de primer nivel y solo me costó veinte mil dólares".
"¡Guau, Grant! ¡Eres muy generoso!", exclamó uno de los amigos de Bernard.
Corrie se asombró al escuchar las palabras de Grant y su entusiasmo hacia él aumentó.
Era un joven rico, generoso y guapo. ¿A qué chica no le gustaría alguien así?
Por su parte, Trevor se quedó callado mientras escuchaba todos los elogios hacia Grant. Todas las tiendas alrededor de la finca son propiedad de su familia. Podría entrar en este club con solo decirlo a su hermana.
Pero Trevor no planeaba hacer algo así. Simplemente siguió caminando con el grupo.
Se acercaron a la recepción del club y Bernard dijo a la empleada en el mostrador: "Hola. ¿Puedes darnos seis raquetas? Queremos las más famosas, las últimas de Wilson. Ah, y también una raqueta barata, para un muchacho pobre".
Wilson era una de las marcas de raquetas de tenis más famosa en el mundo, usada y promocionada por muchos campeones olímpicos. Cada raqueta requería un proceso delicado de fabricación y salía al mercado con una calidad excelente, después de pasar por intrincados controles de calidad. Tenían diseños grandiosos de alta gama y su precio era muy elevado.
Por otro lado, las raquetas baratas eran bastante simples y se encontraban con facilidad en el mercado.
"Por supuesto, señor. Por favor, espere un momento".
Antes de marcharse a atender la solicitud de Bernard, la chica miró a Trevor de manera despectiva.
Enseguida volvió con las raquetas Wilson y una barata.
"No te importa usar una raqueta barata, ¿verdad, Trevor? Quiero decir, solo podemos darte algo que sea adecuado para ti. Después de todo, ya demostramos la bondad de nuestros corazones al permitirte ingresar a este lugar exclusivo con nosotros".
Bernard sonrió y le entregó a la recepcionista su tarjeta de crédito.
Cada raqueta de marca costó dos mil dólares, un total de 12.000 dólares. En cambio la barata solo valía veinte dólares.
Las seis raquetas de marca fueron entregadas a todos menos a Trevor. Incluso los dos lacayos de Bernard tenían las marcadas.
Sin decir nada, Trevor apretó los dientes y agarró la raqueta que le dieron. No quería perder la compostura frente a Bessie.
Bernard le guiñó un ojo a Grant y este entendió de inmediato el gesto.
El joven se volvió hacia Trevor y dijo: "Mira, Bernard y yo ya pagamos las raquetas y la entrada. Ahora sé un hombre y paga algo para todos. ¿Qué tal si compras la bebida?".
"Seis botellas de agua, por favor", pidió a la empleada.
Trevor conocía bien la intención de Bernard y Grant. Querían hacerlo gastar más de lo que podía. Pensó que solo eran seis botellas de agua.
Seguro que podía permitírselas. ¿Cuán caro podía salir?
"Señor, las seis botellas son mil doscientos dólares. ¿Prefiere pagar con tarjeta o en efectivo?".
La chica sacó seis botellas de agua y las colocó sobre el mostrador.
Trevor estaba atónito.
¿Cómo podía costar doscientos dólares una botella de agua? ¡Era más caro que el petróleo!
Con razón Grant le pidió que comprara la bebida para todos.
Bessie sintió pena al ver la humillación en el rostro de su amigo. Dio un paso adelante y decidió hacerse cargo de la situación.
"No te preocupes, Trevor. Yo lo pagaré".