Fue como si al estado de ánimo de Marco le hubiesen pasado un interruptor cuando él notó la presencia de Loraine, y le lanzó una mirada gélida que podía congelar incluso el mismísimo infierno.
A pesar de que él todavía se veía guapo, el corazón de Loraine ya no latía más rápido por él.
"¿Quién es la persona de perfecta compatibilidad de la que acabas de hablar? ¿Yo? ¿Quieres que le done mi riñón a Keely?".
Él pareció ser cubierto con una nube oscura cuando escuchó las preguntas, se sorprendió un poco, pero cubrió a Keely antes de que Loraine se acercara.
Ante eso, el rostro pálido de Keely se puso rojo, y sorprendida, dijo: "Me resultó difícil de creer cuando Marco me dijo que había conseguido alguien con compatibilidad perfecta para el trasplante. ¡Así que tú eres la indicada! ¿De verdad estás dispuesta a donarme un riñón, señorita Torres?".
"¡No!", respondió Loraine. "Y deberías llamarme 'señora Bryant'".
Keely quedó paralizada al escuchar eso. Y al segundo siguiente, comenzó a toser y jadear como si estuviera a punto de desmayarse en cualquier momento.
Con furia brotándole de los ojos, Marco espetó: "Basta, Loraine. ¿No ves que está en un estado crítico? ¿Acaso quieres matarla?".
Eso hizo que el corazón de la joven se rompiera por milésima vez desde que se casó con él. Una vez más, él demostró que Keely era todo lo que le importaba, parecía que pudiera mover montañas por ella.
Loraine lo miró con los ojos aguados. "¿Qué hay de mí? ¿Yo no te importo?", cuestionó.
Él se sorprendió por sus palabras y su expresión, y justo cuando estaba a punto de decir algo, Keely se quejó: "Ay, me duele...".
Y se desmayó en la cama.
Los ojos de Marco casi se le salieron de las órbitas y enseguida corrió hacia ella.
Con un suspiro de impotencia, Loraine se dio la vuelta para irse. Al darse cuenta, el hombre dudó por un momento, y de dientes apretados, les ordenó a sus guardaespaldas: "No dejen que se vaya. ¡Pídanle al médico que se prepare para la operación del trasplante ahora mismo!".
Entonces se dio la vuelta y miró con preocupación a la chica inconsciente. Sosteniéndole el rostro, murmuró: "Por favor, espera, Keely. Pronto vas a estar bien".
Loraine estaba paralizada, y las mejillas le ardían de incredulidad y dolor.
¿Había escuchado mal? ¿Marco en serio quería quitarle su riñón sin su consentimiento? ¡Qué malvado podía ser ese hombre!
Durante tres largos años, ella había puesto todo en ese matrimonio porque quería que funcionara, resultaba que todos sus esfuerzos y perseverancia habían llegado a la nada ahora. Por su parte, el corazón de su esposo no se ablandó, más bien parecía que la odiaba más que nunca.
Los guardaespaldas estaban por agarrarla, pero Loraine luchó contra ellos y se acercó a la cama.
"¿Sabes qué? No me voy".
La habitación se quedó en silencio por un segundo, y en un abrir y cerrar de ojos, ella abofeteó a Keely.
Tras el fuerte sonido, los presentes se quedaron congelados por unos segundos.
"¿Por qué hiciste eso?", rugió Marco al tiempo que la agarraba de la muñeca.
Keely, quien había estado inconsciente, abrió los ojos y se sostuvo la mejilla ahora enrojecida mientras le lanzaba una mirada furiosa a Loraine. "¿Cómo te atreves a abofetearme?".
El edredón blanco sobre ella se deslizó hasta el suelo, llevándose consigo la aguja intravenosa.
Se suponía que la sangre debía brotar de su mano, ya que la aguja había sido sacada con fuerza, pero no sucedió nada, resultó que la aguja nunca estuvo insertada en su mano.
Ver eso hizo que todos se quedaran sin aliento y entrecerraron los ojos con sospecha.
Entonces Marco soltó lentamente la mano de su esposa, y girándose hacia Keely, le preguntó con creciente molestia: "¿Qué está pasando?".
La chica se puso mortalmente pálida cuando vio la aguja intravenosa en el suelo, y mirando a Marco, tartamudeó: "Yo... No... no sé. Tal vez el médico no la insertó bien".
Ante eso, Loraine echó la cabeza hacia atrás y se rio. "Bueno, yo sí sé lo que está pasando. No estás enferma, Keely. ¡Qué despreciable de tu parte querer que me sacaran el riñón!".
"¡Cállate, mentirosa!", gritó Keely, sudando. "Esto es pura calumnia. Créeme a mí, Marco. Tú sabes que no he estado bien últimamente".
Él le lanzó una mirada fulminante que la hizo temblar como una hoja al viento, y luego se giró hacia Loraine.
"No hagas una escena aquí. Cuando yo entienda qué pasó, te doy mi opinión. Si resultas afectada por esto, puedo compensarte".
Loraine miró con calma al hombre que alguna vez amó, él nunca había estado de su parte. Incluso cuando ella no estaba equivocada, él prefería a los demás antes que a ella. Lo cierto era que estaba harta de sentirse tan decepcionada. Además, ella no quería su dinero.
"No quiero ninguna compensación. ¡Que nos divorciemos!", soltó de puños apretados.
Él la miró sorprendido.
De hecho, esa era la primera vez que la miraba a los ojos desde que se casaron.
A Loraine le importaba un carajo cómo se había tomado él esa petición, así que simplemente se giró y salió furiosa de allí.
Tan pronto como estuvo fuera del hospital, su cuerpo tembló incontrolablemente y sus piernas se volvieron como de gelatina.
Ella acababa de usar todas sus fuerzas para enfrentarse a esas personas malvadas allí.
Apoyada en un auto cercano, sacó su celular y marcó un número.
Luego se quedó allí durante unos minutos antes de que un Lincoln negro se detuviera frente a ella. Un hombre guapo con traje salió de este, y ella perdió el equilibrio, no bien lo vio.
El hombre la sostuvo rápidamente y la cargó.
"Tío Rowan", sollozó ella con la cabeza apoyada en el pecho de él, y un segundo después, se desmayó.