El Audi de Loraine apenas podía seguir el ritmo del Bugatti Veyron.
Marco los observaba desde su Ford negro, sin perder de vista a la joven.
"Loraine, aún estás a tiempo de rendirte. No te preocupes por la apuesta, ya me encargaré yo de hablar con Slater", dijo el hombre, pero el sonido del viento era mayor que su voz y
su exesposa apenas podía oír sus palabras. Además, ella estaba demasiado concentrada en la carrera como para hacerle caso.
Lo único que podía percibir era la manera en la que el motor del auto hacía que su pulso se acelerara y su sangre hervía con pasión y determinación.
La adrenalina había hecho que se sintiera viva de nuevo después de mucho tiempo sin poder experimentar tanta emoción.