En la habitación, la temperatura era fría como si el hospital hubiese sido transportado a la Antártida.
A Keely se le erizó la piel de pies a cabeza, ella temblaba, y pálida, se mordió el labio inferior mientras miraba a Marco.
De repente, se escuchó el sonido de unos pasos apresurados hasta que la puerta se abrió, y Marina entró con el médico detrás de ella.
"¡Aquí está el médico!". Al darse cuenta de que Loraine no estaba por ningún lado, gritó: "¿Dónde diablos está Loraine? ¿Se escapó? ¿Marco, quieres que yo mande a los guardaespaldas a que la arrastren aquí de nuevo?".
Los ojos del hombre se volvieron más fríos al mirar a su hermana. "¿Entonces fuiste tú quien trajo a Loraine?".
Un horrible escalofrío recorrió a Marina enseguida, y mirando a Keely, argumentó: "Tenía que hacerlo. Quiero decir, esto es una emergencia. Si a Keely no le dan el riñón lo suficientemente pronto, podríamos perderla".
"¡Cállate!", gritó Marco. Luego les ordenó a los guardaespaldas: "Lleven a Marina a casa. ¡Asegúrense de que no salga de allí!".
"No puedes hacer eso, Marco. Yo solo estaba…", comenzó la chica, defendiendo su caso. Sin embargo, los hombres la sujetaron por ambos lados y la sacaron a rastras.
La habitación volvió a quedar en silencio, y un mal presentimiento surgió en el corazón del médico.
Marco se quedó mirándolo fijamente durante unos segundos, y señalando a Keely, quien ya no fingía, lo interrogó: "Dijiste que ella necesitaba un trasplante de riñón. ¿Por qué parece que está sana y fuerte?".
El doctor comenzó a sudar ipso facto. "Ehmm... Puede que la haya diagnosticado mal".
"¿Qué tipo de médico eres? ¿Cómo pudiste haber diagnosticado mal a alguien con insuficiencia renal? Ya que cometiste un error tan grande, ¡no deberías ser médico!".
El hombre en la bata blanca temblaba de miedo porque sabía que Marco podría terminar su carrera con solo un chasquido de sus dedos.
Entonces cayó de rodillas inmediatamente. "Señor Bryant, no es mi culpa. La señorita Haywood me puso en esta situación. Ella me obligó...".
"¡Largo!", ordenó Marco, señalando la puerta con ira.
Al médico no le importaba que Keely lo estuviera asesinando con los ojos, y haciendo una reverencia, murmuró una disculpa antes de salir corriendo.
Luego, la habitación quedó en tal silencio que se podía oír caer un alfiler. Inexpresivo, el hombre miró a Keely, y su extraña calma la asustó hasta las lágrimas.
"Lo siento, Marco. No debí haberte mentido. Lo hice para que te preocuparas más por mí".
Pero el joven casi se prendió en fuego ante eso.
"Yo siempre he sido bueno contigo y nunca te ignoré, ni una sola vez, así que no tienes excusa para haber usado tal truco. ¿Sabes qué? ¡No debí haberte mimado tanto!".
Keely no pudo evitar admitir: "Sí, no hay excusa para lo que hice. Fui muy estúpida. Me he sentido muy sola desde que murió Jorge, y ya sabes que soy enfermiza por naturaleza. Solo tenía miedo de ya no importarte. ¿Me perdonas? Te prometo que esto no se va a repetir".
La mención de Jorge transportó a Marco al pasado.
Jorge Riley era un amigo suyo que murió al intentar salvarlo, y antes de dar su último suspiro, le confió a su amada prometida y prácticamente le ordenó que la cuidara por el resto de su vida.
Una tristeza inexplicable llenó el corazón de Marco al recordar cómo había muerto su amigo, y su frialdad se derritió como helado en un caluroso día de verano.
"Yo quiero cumplir la promesa que le hice a Jorge. No pienses ni por un segundo que te voy a abandonar; eso no va a suceder".
Eso le hizo acelerar el corazón a Keely, pero antes de que pudiera disfrutar de la sensación, Marco le advirtió con severidad: "Sin embargo, Loraine es mi esposa. No le vuelvas a jugar una mala pasada. Que esta sea la última, ¿de acuerdo?".
Encorvándose, Keely hizo pucheros como una niña, y un brillo de resentimiento destelló en sus ojos. "Oye, tú te mereces algo mejor que Loraine. Esa mujer no te ha traído nada bueno desde que se casaron; ella es una desgracia. ¿En serio quieres envejecer con una mujer así? Después de todo lo que hiciste por ella, sigue siendo una ingrata. Quiero decir, incluso te pidió el divorcio hoy...".
"Mi matrimonio no es asunto tuyo, Keely. No sobrepases los límites, ¿entendido?".
La gelidez en los ojos de Marco hizo callar a la mujer, pero se enfurruñó como una niña.
"¡Descansa aquí y reflexiona sobre lo que hiciste!", la instó él, y molesto, salió de allí. La mirada de Loraine cuando le pidió el divorcio no podía abandonar su cabeza.
Fue un golpe duro que ella quisiera separarse de él.
Eso nunca se le había pasado por la cabeza.
Aunque él estaba fuera de su alcance porque ella no pertenecía a una familia de élite, él la toleraba ya que era una esposa obediente.
Lo cierto era que nunca fue su intención quitarle su riñón para Keely, y él de hecho había conseguido otro donante.
El dinero que le envió era técnicamente un regalo de disculpa porque no iba a pasar su tercer aniversario de bodas con ella. Y es que él sentía que era justo que la compensara, ya que pasaba todo su tiempo con Keely, quien pensaba que necesitaba su atención.
Sin que él lo supiera, Marina arrastró a Loraine al hospital, y resultó ser convertido en villano por algo en lo que no tuvo nada que ver.
Frotándose el entrecejo, él suspiró, y pensó que era prudente explicarle las cosas a Loraine. Después de todo, ella solo pidió el divorcio porque malentendió el asunto.
La verdad fue que no pensó que ella en realidad se divorciaría de él. Porque ya la había investigado; ella era una huérfana que creció en el campo y no tenía dinero ni poder, así que, hasta donde él sabía, dependía de él.
Unas horas más tarde, Loraine abrió los ojos y se encontró en un dormitorio cálido y lujoso.
"¡La heredera de los Torres por fin está de vuelta! ¿Qué te hizo recapacitar? Todavía no entiendo por qué dejaste todo por ese hombre. Bueno, ¿volviste para siempre?".
Loraine giró la cabeza hacia el dueño de la voz familiar.
Sentado en una silla junto a la cama, había un hombre alto y fuerte con un rostro anguloso y hermoso y un aura intimidante.
Ella se echó a llorar al verlo.
"Tío Rowan, fue una idiotez de mi parte haberme ido. No debí haberlos abandonado por ese imbécil. Lo siento mucho".
Rowan Torres, un feroz alto oficial del ejército, no pudo evitar derretirse cuando su amada sobrina se disculpó, y agarrándole la mano, le dijo: "No llores, Lorrie. Me rompe el corazón verte así. Estoy feliz de que estés de vuelta". Tras besarle el dorso de la mano, agregó: "Sabes que todos en esta familia te queremos mucho, ¿no? No nos vamos a quedar de brazos cruzados mientras vemos cómo alguien te trata mal".
De repente, la puerta se abrió de par en par. Aldo Torres, el dueño del grupo Universe y uno de los hombres más poderosos de Vagow entró con su imponente semblante.
"¿Por qué lloras? Las chicas grandes no lloran, Lorrie. Eres la heredera de un imperio de mil millones. En lugar de llorar, ¡puedes encargarte de quien te ofendió con solo un chasquido de tus dedos!".