Al escucharlo, Sheila se estremeció y casi dejó caer sus anteojos que acababa de recoger del suelo.
No obstante, respiró hondo, haciendo todo lo posible por calmarse, y volvió a ponérselos sin revelar su cara. Acto seguido, levantó la cabeza y sonrió rígidamente.
Gerald llevaba puesto un traje azul oscuro a la medida que destacaba perfectamente su alta figura, y aunque estaba parado casualmente, a los ojos de Sheila, parecía un emperador.
Sin embargo, ella sabía bien que debajo de su muy hermosa apariencia había una bestia ferozmente lujuriosa.
Él se quedó mirándola profundamente, pero no dijo una palabra.
Su mirada era tan aguda que la puso nerviosa, y sentía que se le quemaban las áreas de su cuerpo que él había tocado la noche anterior. Incapaz de soportarlo más, ella estaba a punto de apartar su mirada cuando una juguetona voz masculina sonó detrás de Gerald.
"Mi querido hermano, ¿por qué será que las mujeres siempre se te lanzan encima?".
Sheila miró en dirección a la voz y vio a un chico que apenas parecía tener la mayoría de edad. La verdad era que él también era guapo y parecía tener un semblante alegre. Con una risita jugando en las comisuras de sus labios, miró a Sheila de arriba abajo sin escrúpulos.
"Todavía no he arreglado cuentas contigo sobre tu falta a la escuela, eh. ¿Cómo te atreves a burlarte de mí de esa manera?", cuestionó Gerald al tiempo que se giraba para mirarlo con frialdad.
Herbert Lamont ipso facto se quedó en silencio e hizo un puchero malhumorado. Por su parte, Gerald lo miró con los ojos entrecerrados antes de girarse de nuevo a mirar a la extraña mujer que tenía delante.
Ella tenía la cabeza un poco gacha, llevaba anteojos de montura negra y gruesa, una camisa gris sencilla y pantalones cortos de aspecto sencillo, pero su piel era sorprendentemente delicada. En ese momento, él se preguntó cómo se vería si dejara todo tipo de marcas en él, y un sentimiento de familiaridad ondeó en su corazón.
Él estaba seguro de que nunca antes la había visto, pero inexplicablemente sentía que sí.
Frunciendo levemente el ceño, quiso quitarle los anteojos para ver quién era.
A medida que él se le acercaba, los esbeltos hombros de Sheila comenzaron a temblar. Justo cuando ella se decidió a huir, la puerta de la sala privada se abrió violentamente de una patada.
"¡Sheila! ¡Ugh! ¿Qué demonios te está tomando tanto tiempo?". Los zapatos de tacón alto de Winnie resonaron contra el suelo de mármol del hotel mientras se pavoneaba hacia Sheila. "He estado esperando por al m...".
No obstante, apenas vio claramente que la persona que estaba junto a Sheila era Gerald, se detuvo en seco, y de repente, su voz se volvió suave y dulce. "¡Gerald! ¿Cuándo llegaste? ¿Por qué no entraste de una vez?".
Él no le respondió ni una sola palabra, y mientras bajaba su mano, sus ojos se movieron entre las dos chicas de aspecto similar.
Al notar la mirada curiosa en él, Winnie apretó los dientes molesta.
¿Acaso la maldita de Sheila le había dicho a Gerald que ella era la mujer que se había acostado con él la noche anterior?
Hirviendo de odio, ella le lanzó una mirada.
Obviamente pensó que esa perra era su ruina.
Haciendo todo lo posible por reprimir su ira, ella forzó una sonrisa y le presentó a Sheila a Gerald. "Esta es Sheila; mis padres la adoptaron. Nos parecemos, ¿no crees?".
Al encontrarse con mero silencio, tosió con incomodidad y agregó: "Nosotras éramos muy unidas, pero cuando ella terminó la secundaria, envidió mi belleza y robó el dinero de mis padres para hacerse cirugía plástica".
Mientras Winnie la calumniaba frente al hombre, Sheila no pudo hacer más que apretar los puños hasta que sus uñas se le clavaron dolorosamente en las palmas. Las mentiras increíbles de Winnie fueron como una dolorosa y gélida bofetada.
Por alguna razón, la verdad era que ella no quería que Gerald pensara mal de ella.
De todos modos, Winnie continuó con sus mentiras, "Los padres de mi pobre hermana menor murieron a una edad temprana, y por eso ella ha estado codiciando nuestro dinero desde que la incorporamos a nuestra familia. Incluso se hizo cirugías plásticas con mi cara como referencia para conquistar hombres ricos...".
Al escuchar eso, Herbert resopló fuertemente, interrumpiéndola. "Disculpe, pero creo que su hermana menor se ve incluso más bonita que usted, señorita Newell. ¿Sabe qué? Calumniar a otros no ocultará su fealdad.
Y de hecho me atrevería a decir que es usted la que ha pasado por el quirófano, ¿no es así?".