Al día siguiente, Sheila recibió una llamada del hospital, y en cuanto le dijeron que su hermano había despertado, ella se apresuró a verlo.
Una vez en su habitación, la joven abrió la puerta y lo encontró sentado en la cama, usando una bata holgada y blandiendo un pincel sobre un lienzo.
Cuando escuchó que alguien entraba, Ivan giró la cabeza y vio a Sheila, por lo que sus ojos gris azulado brillaron emocionados y exclamó: "Sheila, ¡estás aquí!".
Al escuchar su voz, Sheila no pudo evitar estallar en llanto.
"Me alegro de que finalmente hayas despertado", murmuró ella, acercándose a él y acariciándole el cabello, "¿Ya te sientes mejor?".