Las palabras de Herbert hicieron que todos los Newell miraran a Gerald con nerviosismo desde sus asientos.
¿Qué pasaría si él cambiara de opinión respecto al matrimonio con su hija?
La cara de Winnie palideció, y mientras fruncía los labios, se le aguaron los ojos. "Gerald, anoche fue mi primera vez...".
"El matrimonio se hará. Discutiremos los detalles luego", dijo él, interrumpiéndola con calma. Acto seguido se puso de pie y dijo con voz monótona: "Y perdona a Herbert por ofenderte hoy".
Al ver que estaba a punto de irse, Winnie quiso pedirle que se quedara, pero antes de que pudiera decir cualquier cosa, Miranda le lanzó una mirada.
Y es que se dio cuenta de que su hija estaba molestando a Gerald, y como definitivamente no podían darse el lujo de molestar a un hombre tan poderoso, puso una sonrisa considerada y dijo: "Hasta luego, Gerald, que llegues bien a casa. Lamento que no te hayamos recibido bien esta vez, pero por favor, permítenos compensarlo en el futuro".
Sin decir una palabra, él solo asintió y se fue con Herbert.
No bien ellos llegaron a la puerta, se encontraron con Sheila, quien estaba regresando de limpiarse la cara.
Al ver que esta tenía los ojos un poco rojos e hinchados, Gerald frunció el ceño imperceptiblemente.
Herbert también la vio, y alarmado, se apresuró a verla más de cerca. "¡Oh, Dios mío, tus ojos! No vayas a dejar que esa área se moje durante los próximos días, ¿de acuerdo?".
En respuesta, ella se limitó a asentir mansamente.
Al ver que ella estaba bien, Herbert se atrevió a bromear: "Si no lo haces, voy a tener que asumir la culpa por dejarle cicatrices en la cara de una chica bonita".
Rechinando los dientes, Winnie observó cómo este se preocupaba por Sheila.
¡¿Pero por qué?!
¿Por qué los hombres siempre querían proteger a esa zorra?
¿Cómo podía ella ser inferior a una maldita pobretona?
"Ya es tarde; deberíamos irnos", le recordó Gerald a su hermano, al ver que este último todavía quería seguir hablando.
Por alguna razón, a él no le gustó ver que a Sheila se le acercaran otros hombres.
Los hermanos Lamont se fueron, y Enoch fue a acompañarlos y despedirse de ellos. Ya que estos no estaban, Winnie no pudo contener más su ira, de modo que levantó la mano para abofetear a Sheila, pero Miranda la detuvo de inmediato.
"¡Mamá!", chilló.
"¿Acaso no entiendes que no es el momento ni el lugar adecuados para darle una lección a tu hermana...? Si alguien te ve abofetearla y se lo dice a tu padre, él te regañará de nuevo".
De dientes apretados, la chica miró de manera asesina a su estúpida hermana adoptiva, y después de unos segundos, retiró la mano y se dio la vuelta indignada.
Tarde o temprano, ella echaría a esa zorra de su familia.
Cuando los dos Lamont subieron a su auto, Herbert volteó a mirar a su hermano con incredulidad. "Gerald, ¿en serio te vas a casar con Winnie?".
"Yo le quité la virginidad".
Al escuchar eso, Herbert frunció los labios. ¿Desde cuándo su hermano se había vuelto tan responsable?
Tras un suspiro, murmuró: "Pero esa mujer pretenciosa no te merece. Creo que es mejor que te cases con Sheila".
¿La dócil hija adoptiva?
El agarre de Gerald en el volante se apretó inconscientemente, pero de todos modos no dijo nada. Ahora parecía estar sumiéndose en sus pensamientos.
——
Tan pronto como Sheila llegó a casa, Winnie la detuvo junto a la puerta.
Poniéndose rígida, la chica supo que estaba condenada.
Y es que, sin darse cuenta, ese día había humillado a Winnie, así que era de esperar que esta no la dejara ir tan fácilmente.
Mordiéndose el labio, ella siguió a Winnie al baño y empezó a sudar frío.
Como era de esperar, tan pronto como llegaron allí, esta la agarró del cabello y le estrelló el rostro contra el espejo del baño.
Con una mirada feroz, Winnie la presionó contra el reflejo y le dijo con frialdad: "Maldita perra, ¿crees que te saliste con la tuya solo porque los hermanos Lamont te protegieron hoy?".