Las palabras de Herbert hicieron que el rostro de Winnie perdiera su color.
Temblando de ira, estuvo a punto de decirle sus cuatro verdades a ese chico.
No obstante, apretó los dientes. La maldita Sheila definitivamente siempre se hacía la lamentable para que los hombres la protegieran.
Por suerte, Winnie fue lo suficientemente inteligente como para no actuar de manera precipitada.
En cambio, soltó unas lágrimas y miró a Gerald con ojos de animal abandonado. "Gerald, míralo...".
"¿Acaso no comprendes que lo mejor para una tonta como tú es que guarde silencio?". Herbert volteó los ojos con total impaciencia.
"¡Ugh, eres...!".
"Herbert, cuidado con lo que dices", le espetó Gerald a su hermano al ver que Winnie ya no podía contener su ira.
Aunque el chico resopló burlonamente, obedeció y se quedó tranquilo.
"Bueno, ¿qué están haciendo todos aquí afuera? Gerald, lamento no haberte recibido yo mismo. ¡Ven por favor!". Habiendo escuchado la conmoción fuera de la sala privada, Enoch salió para verificar qué sucedía, y no bien vio la situación, se acercó rápidamente con una sonrisa y trató de arreglar la situación siendo muy educado.
Tras una leve reverencia hacia los hermanos Lamont, les hizo un gesto para que entraran en el salón privado.
Una vez que todos estuvieron sentados, Enoch dijo tentativamente: "Gerald, ¿puedo preguntarte por qué nos invitaste aquí?".
"Vine para discutir el compromiso con la señorita Newell", dijo Gerald, yendo directo al grano. Entonces su mirada recorrió a Sheila y finalmente aterrizó en Winnie.
Aunque ya sabían por Winnie lo que había sucedido la noche anterior, Enoch y su esposa, Miranda Newell, no le creyeron del todo hasta que salió de la boca del propio Gerald, e inmediatamente asintieron con sus ojos ahora iluminados de alegría.
Winnie, quien estaba sentada junto a Gerald, trató de apoyarse en él, pero inconscientemente él la evadió.
Eso obviamente la dejó helada, e incluso ella parecía un poco avergonzada. Afortunadamente Enoch se dio cuenta de su situación y la ayudó a tiempo.
De inmediato él se disculpó por la rudeza de Winnie y le lanzó una mirada indicándole que debería disculparse con Herbert.
Aunque renuente, ella estaba acostumbrada a actuar de acuerdo con lo que requería la situación, y si quería casarse con Gerald, no podía permitirse el lujo de ofender a Herbert.
Con eso en mente, Winnie sonrió y le entregó un plato de sopa de champiñones a Herbert. "Prueba esto. Este lugar es famoso por este plato, y la verdad es que es muy delicioso", le dijo en voz suave.
Él estaba ocupado comiendo una gamba asada en ese instante, e hizo como si no la hubiera oído.
La sonrisa de ella se endureció ante eso, y poniéndose de pie, caminó hacia el asiento de Herbert con la sopa en sus manos. Poniendo una mirada de cachorrito, le dijo: "Herbert, me gustaría que probaras esto...".
"Aléjate de mí. No quiero eso". Antes de que ella pudiera darle la sopa, él la empujó.
El detalle fue que el movimiento brusco hizo que la sopa espesa y caliente saliera del tazón y cayera sobre Sheila.
No bien sintió que le cayó en los ojos, ella no pudo evitar gritar de dolor.
Herbert rápidamente se levantó y comenzó a limpiarle la cara con una servilleta. Al darse cuenta de que ella tenía los ojos cerrados con fuerza, inmediatamente preguntó con preocupación: "¿Estás bien? Quítate los anteojos y déjame echar un vistazo".
"¡No! ¡¿Cómo te atreves?!", espetó bruscamente Winnie, pues no podía dejar que Gerald viera el rostro de Sheila.
Por unos tortuosos segundos, la habitación quedó en completo silencio. Todos se preguntaban por qué Winnie no dejaba que su hermana se quitara los anteojos dada la gravedad de la situación.
Los ojos de Sheila ardían por la sopa, pero ella no se atrevió a quitarse los anteojos para limpiarlos.
Y es que los honorarios médicos de Ivan dependían de Winnie...
Al final, terminó forzando una sonrisa para dar la impresión de que estaba bien, y tenía que aguantar hasta que terminara la cena. De pronto escuchó una risa desdeñosa.
"Parece que todos se llevan bien", dijo de repente Gerald, quien había estado callado todo el tiempo.
"Gerald, no pienses mal. Winnie de hecho quería pedirle a alguien que se llevara a Sheila para que la atendieran. Después de todo, aquí no tenemos botiquín de primeros auxilios".
Las palabras de Miranda devolvieron a Winnie a la realidad, y se dio cuenta de que ahora no era el momento ni el lugar para hacer una rabieta. Entonces no se tardó en pedirle a una camarera que se encargara de cuidar a Sheila.
Luego se dio la vuelta para agarrar el brazo de Gerald aduladoramente. "No te preocupes. Sheila tiene la piel gruesa y callosa, así que no...".
La fría mirada de Gerald se posó en ella enseguida, por lo que Winnie no se atrevió a seguir hablando y rápidamente se soltó de él.
Herbert arrugó la nariz con disgusto al cuestionar: "Gerald, ¿en serio vas a casarte con esta hipócrita?".