Incrédulo, Lamont se frotó los ojos y miró hacia el restaurante una vez más.
Definitivamente era Jarvis, el líder de la familia Braxton.
Pero, ¿quién era la mujer sentada frente a él?
La curiosidad de Lamont llegó a su punto más alto y se estremeció por la emoción.
¿Acaso Jarvis estaba cortejándola?
Mientras tanto, en el restaurante, Natalie se sació con la comida, pero cuando alzó la vista, vio que su acompañante apenas había probado un par de bocados. Confundida, ella lo miró y le preguntó: "¿No te ha gustado la comida?".
Él sacudió la cabeza en el acto y le guiñó el ojo. "Sigo satisfecho después del banquete de anoche", respondió con picardía.
Aunque al principio Natalie no entendió la referencia, cuando finalmente la asimiló, se puso roja como un tomate.
Estaba muerta de vergüenza y empezó a tartamudear. "Anoche, ¿nosotros... lo...?".
Jarvis, por su parte, se burló de ella. "Sí, lo hicimos".
Demasiado avergonzada como para seguir con las preguntas, Natalie tragó saliva y respondió: "Oh... Lo lamento, pero estaba muy ebria anoche y no recuerdo nada".
Consciente de que estaba parloteando cosas sin sentido, Natalie se palmeó la frente y se forzó a calmarse. Cuando estaba a punto de hablar de nuevo, se acercó un extraño.
"¿Jarvis?", dijo Lamont con cautela.
De ninguna manera se iría de allí ahora que había visto a Jarvis con una mujer.
¡Era la noticia del siglo!
Sin decir nada, Jarvis alzó la mirada y se mantuvo impasible. Incómoda, Natalie decidió romper el silencio: "¿Son amigos?".
"No, de hecho no". Jarvis parecía molesto y mientras hablaba, se quedó viendo al recién llegado con una expresión dominante.
Lamont, por su parte, se espabiló en el acto.
¡Se suponía que eran amigos desde hacía más de una década! ¿Cómo podía decir algo así?
Aunque estaba indignado, el hombre decidió dejarlo pasar para no arruinar la imagen de Jarvis delante de su cita.
"Sí, no nos hemos encontrado en un par de ocasiones, solo somos conocidos", respondió Lamont, escaneando a Natalie con la mirada. "Mi nombre es Lamont Henderson, es un placer conocerla".
Aunque estaba acostumbrado a la belleza femenina, Natalie sin duda lo dejó sin aliento.
Si bien la mujer que tenía enfrente apenas tenía maquillaje, su rostro perfecto lo dejó hipnotizado.
Ella le devolvió una sonrisa amable y respondió: "Es un placer, yo soy Natalie Rivera".
¿Natalie Rivera?
¿Por qué este nombre le sonaba tan familiar?
Pero antes de que Lamont pudiera atar los cabos sueltos, Jarvis añadió: "Ella es mi novia".
Al escuchar semejante declaración, el recién llegado casi se cae al suelo.
"¿Novia?".
Él pensaba que Jarvis solo la estaba cortejando, no se imaginaba que fueran novios oficialmente.
Su amigo era un hombre sumamente reservado, pero ahora, de la nada, declaraba que tenía novia.
Natalie, por su parte, se sintió avergonzada cuando lo escuchó llamarla de esa forma. Ahora que Jarvis lo había dicho, no podía negarse.
Justo entonces, Brinley la llamó y fue en ese momento que Natalie se dio cuenta de que había dejado a su amiga sola en el bar la noche anterior.
Después de intercambiar algunas palabras con ella, colgó el teléfono y dijo: "Bueno, tengo que encontrarme con mi amiga, anoche la dejé sola en el bar y ahora le debo una. Tú también tienes que ir a entregar los productos esta tarde, así que no te robaré más de tu tiempo. Nos vemos".
"Te puedo llevar", se ofreció Jarvis.
"No, gracias... Puedo ir sola". Entonces, señalando su teléfono, agregó: "Mantengámonos en contacto".
Los dos habían intercambiado números hacía un momento.
"Bueno. Ve con cuidado", dijo Jarvis con calma.
Acto seguido, Natalie llamó a un taxi y se fue en breve. Solo cuando el auto se desapareció calle abajo, Lamont volvió en sí.
"¡Ay, ahora me acuerdo! ¿Natalie Rivera no es esa chica con la que se suponía que te ibas a casar?".
Sin mostrar ninguna emoción, Jarvis respondió: "Sí".
Asombrado, Lamont arqueó los ojos y replicó: "Jarvis, me pediste que cancelara el compromiso, pero ahora estás saliendo con ella. ¿Qué rayos significa todo esto?".
"En ese entonces ella dijo que Jarvis Braxton estaba desfigurado, discapacitado y moribundo, y que prefería morir antes que casarse con él".
"Bueno, tú fuiste el que difundió esos rumores", le recordó Lamont. "No puedes olvidar el hecho de que tus otras esposas 'murieron' y la gente dice que las mataste... Ninguna mujer en Bloridge querría acercarse a ti y por eso tu abuelo intervino para que te casaras con la señorita Rivera".
"Ah, sí, por un momento me he olvidado de eso", dijo Jarvis sarcásticamente. Su mirada seguía fija en la calle, como si contemplara el rastro que Natalie había dejado al partir. "Ninguna relación obligada puede funcionar. Cortejar a mi esposa suena más interesante".
Lamont arqueó las cejas una vez más. "¿Ah, eso es lo que haces? ¿La estás cortejando? Vamos, Jarvis, ¿no te parece que es una pérdida de tiempo y esfuerzo? ¿Acaso ella no sabe quién eres?".
Ellos habían estado a punto de casarse, pero Jarvis rompió el compromiso; ahora él estaba detrás de Natalie. Para Lamont toda esa historia sonaba demasiado complicada.
"Es curioso, ¿sabes?". dijo Jarvis con intriga. "Eres un hombre soltero, así que no puedes entenderlo".
Lamont se quedó mudo.
Jarvis había pasado mucho tiempo soltero y ahora que recién había conseguido una novia, se jactaba ante él sin miramientos. ¿Por qué tenía que ser tan presumido?
"Jarvis, romper con ese compromiso no era parte del plan. Si la gente se entera de que estás saliendo con Natalie, todo empeorará".
"Sé lo que estoy haciendo", replicó Jarvis con ojos de águila.
"¿Hablas en serio?", replicó Lamont, sorprendido por la seriedad de su voz. "Si esas personas saben que Natalie...".
"Quien se atreva a hacerle algo, arderá en el infierno". Su voz intimidante heló el aire a su alrededor.
Lamont no pudo evitar estremecerse.
Jarvis nunca antes se había mostrado vulnerable y no podía darse el lujo de tener ninguna debilidad.
¿Qué podía hacer a Natalie alguien tan especial?
Lamont estaba sorprendido y preocupado, pero al mismo tiempo estaba feliz por Jarvis.
Después de tanto tiempo siendo indiferente, parecía que el hombre por fin se preocupaba por alguien.
Esa era sin duda una buena señal.
Dejando escapar un suspiro, Lamont recordó las palabras de Natalie y agregó: "Un momento, ¿ella dijo que tenías que ir a entregar unos productos?".
"Sí", respondió Jarvis. "Le dije que yo era chofer de Uber y repartidor. Ahora tendré que ir a trabajar y ganar suficiente dinero para mantener a mi esposa".
Su voz se escuchaba llena de orgullo, como si su propósito en la vida hubiera sido renovado.
Mientras hablaba, Jarvis caminó hacia un auto barato que estaba estacionado junto a la acera.
Lamont se quedó pasmado.
¿De verdad Jarvis era capaz de algo así solo para cortejar a una mujer?
¡Ni siquiera los sirvientes de la familia Braxton conducían autos tan simples!
¿Esa era la nueva moda entre los ricos, pasar desapercibidos en autos de poca monta?
¿Por eso Jarvis le había pedido que le consiguiera un auto barato?
Mientras abría la puerta, Jarvis añadió: "No te le acerques demasiado, no quiero que eches todo a perder".
Consciente de lo que su amigo estaba tratando de decirle, Lamont asintió.
"No diré nada", dijo mientras hacía un ademán.
Después de subirse al auto, Jarvis sacó su teléfono y le envió un mensaje a Emily Mitchell. "Transfiérele 12 mi dólares mensuales a mi cuenta".
Mientras tanto, en el Grupo Braxton, Emily se quedó algo confundida al leer el mensaje.
¿Doce mil dólares mensuales? ¿Tan poco?
La cifra le resultó desconcertante y rápidamente supuso que se trataba de doce millones.
"Sí, señor", respondió de inmediato a su jefe.