Jarvis acercó su rostro al de Natalie hasta que sus labios finalmente se tocaron.
Él la besó con un caramero en la boca, el cual se derretía lentamente en su boca. Para ella, se sintió como si cada célula de su cuerpo estuviera empapada en miel.
Pronto, sus corazones comenzaron a latir anormalmente rápido.
Natalie se sonrojó. Todo su cuerpo se sentía caliente.
Jarvis se estaba esforzando por contener su deseo, y eso lo hacía sentir un poco incómodo. Entonces la soltó y habló con voz ronca: "De verdad quiero tener sexo contigo aquí, ahora mismo".
Si no fuera por el hecho de que estaban en el hospital y la fiebre de Natalie apenas acababa de bajar, él ya lo hubiera hecho.
Siempre había tenido muy buen autocontrol. Pero, cuando se trataba de Natalie, las cosas eran completamente diferentes. Le era muy difícil contenerse ante ella.
La joven nunca dudó de sus palabras.
Además, ella creía que ya habían tenido sexo esa noche, por lo que ya no le temía a la intimidad.
Al escucharlo, se sintió un poco avergonzada, pero al mismo tiempo se conmovió al ver que él era tan cuidadoso con ella.
Sabía que Jarvis debía estar haciendo un esfuerzo muy grande por contenerse. Sonriendo, le pellizcó la barbilla y dijo provocativamente: "Hagámoslo entonces".
Mientras hablaba, se acercó a él y pasó un brazo alrededor de su cuello, mientras que con la otra mano le acariciaba lentamente el pecho, tratando de encender el fuego en él.
Incluso ella misma se sorprendió de tener las agallas necesarias para tomar la iniciativa.
Sin embargo, en este momento, su preocupación por él había superado su timidez. Después de todo, sabía todo lo que él había tenido que soportar hasta ahora.
Jarvis se quedó atónito por un momento. Cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando, su corazón estalló en éxtasis. "Natalie...", susurró cariñosamente.
"Deja de hablar y date prisa", dijo ella mientras hundía la cabeza en sus brazos, "O podría cambiar de opinión".