Jarvis llegó justo a tiempo para ver a Natalie saltar por el acantilado.
Mirar su delgado cuerpo precipitándose al mar le contrajo el pecho y heló la sangre en sus venas.
Desesperado y sin pensar, saltó detrás de ella.
Mientras tanto, Noel y Lamont contemplaron la escena con incredulidad.
"Esto no está bien, ella lo tiene comiendo de su mano", musitó Lamont ansiosamente.
"¡Jarvis!". Noel se quedó mirando las olas violentas que chocaban contra el risco y vaciló en saltar también.
Pero Lamont lo agarró del brazo y siseó: "¿Qué estás haciendo? ¡No estropees su oportunidad de ser el héroe!".
Entonces señaló a los hombres que huían despavoridos y agregó: "Con ellos es que deberías estar lidiando ahora".
El rostro de Noel se tornó sombrío. Con las manos tanteó en el suelo unas piedras que luego les lanzó a los hombres para derribarlos.
Mientras tanto, en el mar, Jarvis nadó hacia Natalie para rescatarla.
Ella había perdido la conciencia, así que él tuvo que soplar aire por su boca mientras la llevaba a la superficie.
Cuando Noel los vio flotando en el mar, enseguida corrió hacia ellos y gritó: "¡Jarvis!".
"Tenemos que ir a un hospital", declaró el hombre con urgencia.
Una vez en el hospital, Natalie fue llevada directamente a la sala VIP.
Jarvis reservó el piso entero para ella.
Natalie tenía mucha fiebre y todavía no se había despertado, pero por fortuna estaba fuera de peligro.
Aunque estaba algo más tranquilo ahora, Jarvis se mantuvo a su lado todo el tiempo, mirándola con cariño.
De pronto, Lamont entró en la habitación y dijo: "Noel interrogó a los hombres que secuestraron a Natalie, a que no adivinas lo que confesaron".