En ese momento, Natalie vislumbró a un hombre calvo tendido en el suelo, inmóvil. Bajo la tenue luz de la farola, pudo ver un charco de sangre a su alrededor.
¿Estaba muerto?
¿Al final no se trataba de una pelea sino de un asesinato?
Natalie sabía que estaban en un serio aprieto. Después de devanarse los sesos buscando una forma de escapar, sonrió. "Por favor, sigan con lo que estaban haciendo. Pasábamos por aquí. No hemos visto nada".
Mientras hablaba, se aferró al brazo de Brinley y empezó a alejarse. Pero apenas hubo dado unos pasos cuando un par de zapatos masculinos de cuero aparecieron en su campo de visión.
Al instante le entraron sudores fríos. De algún modo, se armó de valor y levantó la vista.
El hombre que tenía delante estaba a contraluz, pero pudo ver que llevaba traje.
Natalie se sorprendió cuando vio su rostro.
El hombre llevaba una máscara que le hacía parecer el mismísimo Satanás.
Bajo la máscara, Jarvis frunció el ceño.
Encontrarse con Natalie era lo más alejado de sus previsiones.
El hombre calvo que yacía en el suelo se agitó de repente. Se arrastró hacia el enmascarado con dificultad y suplicó con voz ronca: "Señor, no volveré a hacerlo. Por favor, perdóneme. Me cegó la codicia. Lo traicioné".