Amanda no podía creer la transformación que había sufrido Lucinda.
¿Su nuera, antes sumisa, ahora le plantaba cara?
"Te comportabas como si fueras mansa en el pasado". Cuanto más lo pensaba, más se enfadaba. Apretando el puño, amenazó: "No lo dejaré pasar. Le diré a Nathaniel que se divorcie de ti. Aunque te pongas de rodillas y me lo supliques, ¡no te lo perdonaré jamás!".
Lucinda no se inmutó. Una sonrisa de desprecio se dibujó en sus labios mientras respondía con desdén: "Ah, olvidé mencionarlo. Me divorcié de él hace diez minutos. Aunque te pongas de rodillas para suplicármelo, no volveré a poner un pie en casa de la familia Roberts".
'¿Qué? ¿Se acaban de divorciar? ¡¿Cómo era eso posible?!'. Amanda no se lo podía creer. Lucinda siempre se había aferrado a su hijo, ¿y ahora se había marchado así como así?
La sospecha se apoderó de Amanda mientras la veía alejarse. Necesitaba confirmarlo. Sin perder tiempo, marcó el número de su hijo y le preguntó: "¿Es verdad? ¿De cierto que te has divorciado?".
"Sí". Nathaniel frunció el ceño y preguntó: "¿Quién te lo ha contado?".
"¿Quién va a ser? Me encontré con Lucinda cuando volvía. Esa zorra me ha gritado".
Amanda estaba enojada. Pero su humor se levantó rápidamente al recordar que, efectivamente, se habían divorciado. "¡Bueno, es una gran noticia! Por fin te has librado de ella. No es más que una huérfana. ¿Cómo iba a ser digna de estar con mi excelente hijo? Debió haber vuelto a donde pertenecía hace mucho tiempo".
A pesar de la emoción de su madre, Nathaniel permaneció estoico.
No podía quitarse de encima la extraña mezcla de culpa y agitación que sentía.
Por aquel entonces, preveía que Lucinda opondría resistencia si le proponía el divorcio, así que había preparado una indemnización de tres millones de dólares y una villa para ella. Pero al final fue ella quien pidió el divorcio primero y ni siquiera exigió una compensación.
Ahora que estaban divorciados, Lucinda no tenía familia ni apoyo económico. ¿Cómo iba a sobrevivir?
Nathaniel apartó esos pensamientos. En su mente, su exesposa volvería a él cuando no tuviera a nadie más a quien recurrir.
Lucinda paró un taxi y regresó a la villa donde había vivido con Nathaniel. Los últimos tres años habían sido muy duros.
Los recuerdos le pesaban tanto que no quería seguir pensando en ellos.
La chica pasó por delante del pequeño jardín que había frente a la puerta de la villa y subió a recoger sus cosas. Estaba impaciente por salir de allí y dejar atrás todos los recuerdos de su turbulento pasado.
Pero justo cuando volvía a bajar las escaleras, una mujer despampanante estaba en el vestíbulo, mirándola fijamente.
Era Eleanor, vestida con un precioso vestido blanco. "Lucinda, cuánto tiempo sin verte".
La aludida se mostró sorprendida. Nunca pensó que vería a Eleanor allí.
Nathaniel debió de haberle dado la llave de la villa justo después de divorciarse.
Era evidente que estaba enamorado de ella.
Lucinda se sintió disgustada, pero mantuvo la sonrisa mientras bajaba las escaleras con gracia.
Su elegante comportamiento llamó la atención de Eleanor, que se detuvo un momento. Pero pronto recuperó la compostura, con una sonrisa dulce, comentó: "Solo han pasado unos años desde la última vez que te vi, pero cada día estás más elegante, como una verdadera señora Roberts".
Sin embargo, Eleanor hizo una pausa; se tapó la boca y sonrió torpemente: "Espera, olvídalo. Olvido que te has divorciado de Nate. Ya no eres su esposa".
La otra mantuvo la calma, sabiendo que su intención era provocarla. De hecho, incluso esbozó una amplia sonrisa al decir: "Ya no lo quiero, así que lo dejé. Es todo tuyo ahora. Pero no te apresures a casarte con él o la gente podría verte como la mujer que arruinó nuestro matrimonio".
El rostro de Eleanor se volvió frío.
"Nate y yo nos amamos profundamente. Si no fuera por ti, habríamos estado juntos hace mucho tiempo. Eres tú la mujer que merece ser odiada".
Lucinda le lanzó una mirada desdeñosa. "Ya veremos".
Con eso, empezó a alejarse, pero de repente le agarraron la muñeca.
Se giró y vio a Eleanor con expresión lastimera y los ojos llenos de lágrimas.
"Lucinda, lo siento. Siempre has sido una buena amiga para mí y esta vez solo quería ver cómo estabas. Mi intención era buena y no tenía ni idea de que te habías divorciado. No quise ofenderte. Por favor, no te enojes conmigo, ¿de acuerdo?".
"¿Estás fingiendo inocencia?".
Lucinda resopló y estaba a punto de liberarse del agarre de Eleanor. Pero esta se cayó inesperadamente al suelo y soltó un grito.
Desde atrás, se podía pensar que Lucinda la había empujado.
Interesante.
Esta observó con interés el drama que se desarrollaba ante ella. Si su intuición no le fallaba, Nathaniel debía estar cerca.
Como era de esperar, una voz masculina y frenética le llegó desde atrás. "Lucinda, ¿qué haces?".