En el jardín, Lucinda estaba junto a la fuente con los brazos cruzados, tomando un poco de aire fresco.
Si no salía a hacer eso, era probable que se desmayara porque se sentía asfixiada por la presencia de Nathaniel y Eleanor.
"¡Lucinda!".
De pronto, justo cuando empezaba a relajarse, una voz aguda interrumpió su paz, y al darse media vuelta, vio a Vivien caminando hacia ella con la barbilla levantada.
Sintiendo una punzada de molestia, Lucinda se las arregló para mantener la calma. "¿Qué? ¿Una bofetada no fue suficiente? ¿Vienes por más?", soltó la chica evitando la mirada de Vivien, cuya sangre hirvió ante el tono desafiante de su rival. Deseaba arañarle la cara, pero se contuvo al pensar en su plan.
Entonces, sacó una tarjeta bancaria de su bolso Louis Vuitton, y dijo: "Toma, hay trescientos mil dólares aquí. Solo prométeme que jamás volverás a aparecer frente a mi hermano, y dejarás Forden para siempre. Si cumples con eso, el dinero será todo tuyo".
Frunciendo el ceño, Lucinda examinó la tarjeta.
¿Vivien estaba hablando en serio? Trescientos mil dólares era una suma insignificante comparada con el precio de los zapatos que Lucinda tenía puestos. ¿Por qué rayos se iría de la ciudad para siempre por eso?
Aun así, Vivien pensó que la había tentado con su oferta, lo que la hizo confiar más en su plan.
"Habiendo crecido en un orfanato, apuesto a que nunca has visto tanto dinero en tu vida. Para mí esto es lo que me puedo gastar en una semana, así que creo que lo necesitas más que yo. Recuerdo que solías rogarle a mamá que te prestara dinero, pero ahora con esta tarjeta podrás comprar lo que quieras".
"¿Qué opinas? ¿No te parece una jugosa oferta?", dijo Vivien con cierto entusiasmo, rezando para que Lucinda tomara el dinero.